Qué mal le hizo al primer superclásico del verano la expulsión de “Cata” Díaz antes del descanso. La roja directa al central devino en un sedante para elefantes, y la víctima fue el espectáculo. Boca, por razones obvias, tuvo que bajar a cuidar su trinchera y sacrificar juego en ofensiva, mientras que River, que tenía todo para ganar, pinchó cubiertas morales y apenas si asustó a un “xeneize” que fue al frente más por guapo que por inteligente.

Entonces, y pese a que Lanzini sacó una jugosa media chilena que se estrelló en la humanidad de Trípodi, y de dos gambetas, una de Gago que viajó a las nubes, y otra de Cavenaghi que terminó con un rastrón en la línea de salida del equipo de Bianchi, el segundo tiempo no entregó nada.

En cambio, el primer tiempo sí dejó tinta en el tintero. Por el golazo de tiro libre de Sánchez Miño (hubo colaboración de Barovero) y por el empate de Maidana, que confirmó que la ley del ex nunca morirá.

En el 11 contra 11, las estrategias fueron claritas. Boca intentó romper por el centro, siempre al comando de un Luciano Acosta que promete. Habilidoso, el diminuto enganche acusó factura de primera figura, al igual que Gago, que siempre responde y termina siendo el alma de un equipo que todavía no logra encontrar su identidad.

River, el mismo River del año pasado pero con Cavenaghi de refuerzo (vio la roja a los 93’), regaló acciones que podrían haberlo convertido en “millonario”. “Teo” Gutiérrez estuvo en otra; Carbonero corrió sin desnivelar y atrás, la defensa sufrió cuando el rival se le vino lanzado a la carrera. Vangioni fue opción y claridad. Luchó en soledad contra molinos de viento. Sus centros pidieron a gritos una cabeza amiga. No encontraron nada, como el hincha, que se marchó frustrado por este empate aburrido.